
Las distintas posiciones de relajación ocurren en función del equilibrio entre la fuerza de la gravedad, el peso de la mano y el rozamiento con la superficie de apoyo. No siempre las posturas que parecen naturales, como la de la mano extendida, se corresponden con un estado de relax muscular. De hecho, para poner los dedos estirados hay que hacer un esfuerzo adicional.
Lo mismo sucede con la cabeza. Esta se mantiene erguida todo el día aparentemente sin esfuerzo, pero en realidad lo logra gracias a la mediación de la poderosa musculatura del cuello. Sin su trabajo, la testa estaría tan inestable como la de un recién nacido.
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